ENTRE LATIDOS

PRÓLOGO
Resiliencia Calamar
Hacer un resumen de una obra suele ser una tarea sencilla:
basta con leer el texto y condensar su contenido. Sin embargo,
lo que Diego nos deja en estas páginas es mucho más que un
relato: es una experiencia, un testimonio lleno de sensaciones
reales, un ejemplo viviente de lo que significa la palabra resiliencia.
En más de una charla especializada dentro del área técnica de
dispositivos médicos, lo he mencionado como caso emblemático de
superación constante. A lo largo de su historia, Diego nos
demuestra que su obstinación por vencer a la adversidad, con todos
sus disfraces, jamás lo doblegó.
Su maravillosa familia y ese puñado de amigos que lo rodean
funcionan
como
arterias
adicionales,
sosteniéndolo
simbólicamente en ese equilibrio entre corazón y cabeza, que
permite lanzar al viento su grito de lucha: “¡Vamos que vamos!”
Su Platense querido, simbolizado por un calamar, parece
describirlo a la perfección. En cada momento de oscuridad, Diego
supo recurrir a su propia tinta para espantar las tribulaciones. Y,
como el calamar, que tiene tres corazones, podría decirse, de
manera simbólica, que Diego también los tiene. Tres etapas bien
marcadas, documentadas, donde un corazón sostuvo al otro, y el
alma los hizo latir al unísono con una mente fuerte, equilibrada y
valiente.
Concientizar sobre la vida con una cardiopatía congénita y
derribar los estigmas que la rodean es un acto de enorme valor.
Hoy, la muerte súbita se lleva una vida cada quince minutos en
nuestro país: una pandemia silenciosa que aún no ha sido resuelta.

Tener a alguien como Diego en esta cruzada es, para mí, una
bendición.
Las palabras que componen este libro podrán ser leídas como
un testimonio, tal vez como una fuente de inspiración; pero para
mí, son mucho más: son la historia viva de un gran amigo que la
vida me regaló. Este relato debe ser leído, compartido, sentido.
Porque resiliencia, a veces, deja de ser una definición académica
para tomar forma humana. Diego vació el vaso amargo de la
adversidad para llenarlo con el mejor vino del amor puesto en
acción.
¡Vamos que vamos!